
Son las doce y cuarenta, a mitad del mes de junio. La lluvia débil del día concluyó en una hermosa tormenta, perfecta como pocas, invitando a la nostalgia.
Te leo algo de Cortázar, entre corazones garabateados con lapicera azul y mis lentes empañados. Julio nos absorbe de a poco, al igual que vos lo hacés conmigo. Tu energía me vuelve rosa, me llena de música y sabor, me alimentás mientras mi sol descansa -sos rebonita cuando te reís-. Un popurrí de colores se me desprende del cuerpo sin dejar de estar en mí. Gracias por otro día, linda.
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