De pronto, un golpe abrupto en forma de lágrimas. Una jugada fuerte dio paso a la primer bocanada de aire, después de sobrevolar la superficie en un coma que parecía ser eterno. Entonces todo se esclareció. Y es verdad, el lugar es el mismo.
Tambalear; brillar y nunca naufragar suena como algo fácil si se lee en una pared de piso doce. Pero en semejante altura es difícil sentir el suelo real. Es ahí cuando entran en juego los factores externos. Es ahí donde desperté, bajando de un trance que duró meses, y aunque desconfío estar en superficie segura, el vértigo ahora es menor y no tengo miedo de esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Dejame un paquetito de caracteres acá abajo